Todos hablan de Peso Pluma, pero, ¿quién es?

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Cd. México.- La noche del 11 de marzo pasado en el cierre de su concierto en el Foro Sol, Grupo Firme invitó al escenario a Peso Pluma (Hassan Emilio Kabande Laija, Zapopan, Jalisco 1999) para cantar «Siempre pendientes», (canción con 29 millones de vistas en el video oficial de YouTube).

Vestido con el uniforme de basquetbol de los Bulls de Chicago, la camiseta con el número 23 de Michael Jordan, y los shorts bombachos por debajo de la rodilla, Peso Pluma arrancó con su voz aguda característica y el acompañamiento de guitarra, tubas y trombón.

La canción es un emblema de los denominados corridos belicones, corridos tumbados o de Regional Mexicano, como ahora eufemísticamente le dicen a los narcocorridos.

La elegía de un jefe de seguridad del Cártel de Sinaloa. Jota Ge Ele (JGL) son las iniciales de Joaquín Guzmán Loera y en cada concierto se corean por cantantes y fans.

«Cuido la plaza del señor Guzmán», es la rúbrica de la lealtad. Peso Pluma ocupa la primera fila entre los intérpretes del género Regional Mexicano junto con Luis R. Conríquez y Natanel Cano en un vendaval que mueve a millones de fans en el lado estadounidense y mexicano por igual.

Grupo Firme va y viene. Coquetea y en sus presentaciones masivas administra el repertorio según el patrocinador. «Ya supérame» es la canción del frenesí que va a todo volumen en la troca o en el cel.

Una amable manera de decir por whats «me estás oyendo inútil» y una reivindicación del empoderamiento. A mi cuenta, y a mi corazón, ya no entras.

Grupo Firme es una de las locomotoras musicales que subvierte. Grupo gay friendly, binacional, querido, popular, masivo, Firme logró en el Zócalo el mayor concierto público con 280 mil asistentes y le mereció a los gobernantes de la CDMX la admiración por su arrastre.

Firme no hizo alusión a nada bélico ni narco. No llevó a Peso Pluma ni en su repertorio incluyó «Soy el ratón», que suele interpretar en otras plazas sobre todo en Estados Unidos y que es la apología de Ovidio Guzmán, uno de los tres Chapitos.

En la utilización política del concierto del Zócalo, los gobiernos de Morena ignoraron esas «otras» razones del éxito. No los vaya a fichar la DEA. Prefirieron colocarlo en las repisas de la «revolución de las conciencias»

Peso Pluma si bien se cuece aparte logra acomodo natural con Grupo Firme y otras bandas que cantan la cotidianeidad de la violencia nacional. El Regional Mexicano o Corridos Tumbados, copa el terreno y domina a la audiencia digital y masiva.

En tres años, Peso Pluma se encaramó como un cantante (con su grupo) popular entonando las odas a Los Chapitos y su cártel, a quienes el gobierno estadounidense considera principales enemigos y el mexicano persigue bajo la presión externa.

Una semana después del concierto con Firme, Peso Pluma lanzó «Ella baila sola», canción melosa compuesta por Pedro Tovar del grupo «Eslabón Armado», también del género narcomusical. Sorpresivamente la pieza se fue a la cima de las escuchas de Spotify, las compras de iTunes, y la audiencia de YouTube. (Lleva 108 millones de vistas en un mes).

Frente a Rosita Alvirez, la última de Peso Pluma es ligue de sexto de primaria.

A diferencia de narcocorridos que enaltecen el machismo, la violencia y el sometimiento de la mujer, «Ella baila sola» es una balada inocente. Tiene ternura el belicón.

Hassan Emilio Kabande Laija, nació en Zapopan, Jalisco, en 1999, de padre con origen libanés y madre nativa de Sinaloa. Estudió en colegios particulares y en la secundaria fue inscrito en el Instituto Miguel Ángel de Occidente, un colegio religioso de las Hermanas de la Caridad del Verbo Encarnado.

La preparatoria la cursó en el colegio SuBire, ubicado también en Zapopan por Residencial Solares. También pasó por el Colegio Inglés, uno de los más costosos en el area metropolitana de Guadalajara. No fue un niño estable en las escuelas.

Nunca pasó penurias económicas. Siempre le gustó la música y participaba en eventos escolares. Sin embargo, no gustaba mucho su manera de cantar y las propias autoridades escolares le daban discretamente la vuelta. No fue un disciplinado aunque en ciertos asuntos resultaba tenaz. El principal: formar su grupo musical.

Le gustaba el futbol y llegó a enrolarse en las fuerzas básicas de las Chivas del Guadalajara pero lo dieron de baja por no entrenar regularmente.

Era muy fiestero. En las escuelas los propios maestros corrían la especie de que su familia sinaloense tenía vínculos con gente del cártel.

No se sabe públicamente si José Ramón Laija, «El Coloche», detenido en 2015 acusado de ser secuaz de Héctor «El Güero» Palma fuera pariente de Peso Pluma.

El joven cantante refiere que en su niñez había un tío que seguía a Valentín Elizalde. Su familia materna es Laija. Pero hasta ahí.

Aunque el primer narcocorrido que escuchó a los diez años, según su relato, fue El encuentro de Los Alegres del Barranco.

En un relato hecho en el programa Soy Grupero, Peso Pluma refiere que de niño oía esas canciones y siempre le gustaron.

Según ese relato su inmersión en la música fue con un tutorial de YouTube y le llevó tiempo combinarlo con el canto.

Peso Pluma venció su timidez. Del rechazo escolar ahora disfruta lo que siempre le gustó. Está en la cima de la popularidad en apenas cuatro años de exposición pública, tres de ellos eminentemente virtual, pues no hubo conciertos masivos en la pandemia.

Cuando le preguntaron en esa reveladora entrevista en el programa Soy Grupero (20/10/22) por qué canta corridos que enaltecen a «El Chapo» Guzmán, Peso Pluma, quien se hace llamar también Doble P, define que el asunto es tan sencillo como repartir pizzas a domicilio:

«Simplemente son corridos de encargo, es a lo que nos dedicamos, a escribir corridos. A eso nos dedicamos, a entregar nuestro trabajo», respondió.

¿A que le llamas corrido de encargo?, le insiste el entrevistador.

«Un corrido que te manden hacer. Es normal en este género, es normal. Si no, no tendríamos contenidos, no tendríamos los corridos. Todos los artistas del Regional Mexicano que cantan corridos hay gente que le llama y de repente: ‘¿oye cuánto me cobras por este corrido?’. Nada, es tanto. Es mi trabajo. Te hago un corrido y te lo entrego.

«Es como uno que trabaja en un Rappi, jefe. Tu le dices: Yo quiero pizza sin champiñón, sin pepperoni. Y te va a llegar la pizza donde estes tú, lo que necesites. Es el trabajo del Rappi llegar».

El entrevistador sigue: «¿Un publisher es el que te busca?: ‘Quiero un corrido que hable de El Chapo.».

Peso Pluma responde con tranquilidad:

«A veces son mensajeros; a veces son ellos mismos. Uno no sabe nunca pues, se trata de hacer lo mejor posible. Uno pide datos simplemente, lo escribe y se le entrega.

«Es normal. Esto no es nuevo. Existe desde hace mucho tiempo. ¿Cuánto tiempo tiene Los Tigres del Norte, Tucanes de Tijuana? Esto ya viene de hace años arrastrando. El que salga obviamente se va a topar con pared con esto. Es un tema que se sabe que es delicado. Es delicado porque se viraliza y se muestra por donde sea. Sé que a veces no es bueno que los niños vean esto; pero es una realidad, pero se tiene que mostrar, se tiene que ver».

Peso Pluma es un cantante postpandemia. Sus videos con millones de reproducciones se expandieron en la era del encierro y, cuando su irrupción presencial ocurrió en los conciertos masivos, Peso Pluma tocó el cielo.

Ha conectado con una generación (la Z, para encasillarla) inmersa en la digitalidad. La pandemia los refugió en las pantallas y ahí consolidaron su reconocimiento.

El cantante de narcocorridos sorteó los filtros de sus antecesores y accesó con un solo click a la audiencia. Sus videos fueron subidos sin censura en medio de un ambiente de youtuberos y personajes virtuales que atosigaban, provocaban, divertían o se fugaban. En otras épocas las tocadas de narcocorridos eran clandestinas o había que sobornar a autoridades para que dieran permisos para un concierto.

Ahora es cosa de subir la canción a la red sin necesidad de manager, de disquera, de porristas. Doble P tuvo dinero para sus computadoras y sus instrumentos. Subió sus canciones sin importarle el desprecio de sus maestros de la escuela.

Peso Pluma tiene cara de niño y voz aguardentosa. Cuando adolescente, según recuerdan algunos de sus compañeros, no impostaba para parecer otro. Hablaba como niño tapatío. Ya joven le brotó lo sinaloense y lo integró con fuerza.

No parece ser un cantante del riesgo. Distinto al estereotipo torvo, contrastante con Santa Fe Klan o Komander, Peso Pluma cae bien y gusta. Tiene un enorme carisma del desenfado. La generación sin filtro. Canta narcocorridos como si hiciera travesuras. Impuso una moda. La vestimenta es lo de menos, puede traer una franela de beisbolero, un sombrero o un casco. Lo que importa es el peinado que ya puso de moda, conocido como wallet sin patilla y las partes laterales de la cabeza rapadas.

Un fleco de Príncipe Valiente, despuntado, y un discreto largo sobre la nuca.

Un corte que niñas y niños emulan, los futbolistas presumen, y las peluquerías perfeccionan aunque en casa parece fácil de lograr.

Encontró una forma simple de canto acompañado con guitarra y metales, sin percusión. Peso Pluma en realidad es una minibanda, un cuarteto. Dos tubas que riman con la voz chillona del cantante. La lentitud se amolda y retumba. El sonido lento del metal acompaña las pausas en sus rimas sosegadas, pausadas que Doble P recita como si perdiera la memoria.

«Yo- voy- al frente y atrás de mi- se ve un manchón de gente. Jota- ge- ele, traigo en las cachas orgullosamente .».

La guitarra se acelera en los acordes y prende el baile desordenado del cantante que entonces suelta rápido las estrofas.

Mezcla hip-hop, con algo de rap, y mucho de lo que ahora se conoce como trap, rodeado de acordes de banda. Puede ser un estilo indefinible, no es lo que la audiencia exige.

La llegada al programa de TV estadounidense de Jimmy Fallon ya le dio la vuelta al algoritmo. Peso Pluma es único. La ha tenido más fácil que otros. Pero sobre todo ha tenido una audiencia que resignifica sus mensajes y los acomoda para normalizarlos con la dramática realidad nacional.

Escandalizarse con los que canta resulta inútil. Es uno de tantos en una larga historia, aunque también es, sin duda, uno de los más exitosos. El narcocorrido no provoca violencia ni tampoco adicciones.

Por El Jefe de Jefes de Los Tigres del Norte no se desató la narcoviolencia después del 2006; o el consumo de fentanilo no es culpa de El Komander. La hipocresía ronda por todos lados. ¿A poco Fallon no sabía que una de las canciones más exitosas de Peso Pluma es «Rosa Pastel» que promueve al polvo rosa, una de las drogas sintéticas más poderosas, y caras, que dominan el consumo?

Hay algo de racismo que beneficia la popularidad. Güero de ojo claro, sin tatuajes evidentes, rostro de plebe que no amenaza. Más parecido a Luis Miguel que a un rapero.

Santa Fe Klan, moreno y tatuado hasta el cogote, nunca va a llegar con Fallon a pesar que canta lo mismo.